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MONO vuelven a hacernos tocar el cielo

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Si lo pensamos bien, es algo casi de cajón. El post-rock tenía que tener uno de sus grandes baluartes en una banda venida del lejano oriente. China, Japón, Corea…, lugares de una cultura que se expresa en ideogramas, que tienen el kabuki, que hacen un cine tan expresionista y a la vez contemplativo y poético, capaces de crear poesía al igual que terror de una secuencia larga, monótona y focalizada en un objeto, inanimado o no, yaciente o en movimiento. Un rincón del mundo capaz de manejar las vías de expresión que por allá manejan, tenía que tener un taladro explotador del post-rock, porque les viene como anillo al dedo. Y ahí están MONO, que desde Japón han venido a Madrid de la mano de Sound Isidro, ofreciendo el concierto inaugural del ajetrado ciclo de este mes, en el Teatro Barceló. Puedes ver algunas fotos del concierto en nuestro álbum de Flickr.

Takaakira Goto, "Taka", durante el concierto de MONO en Madrid

Takaakira Goto, “Taka”, durante el concierto de MONO en Madrid

Y exactamente igual, es totalmente comprensible que seleccionasen para abrir sus conciertos a una artista como Helen Money, una violonchelista con un bagaje musical, y un caché en cuanto a colaboraciones, digno de admiración, y que sin embargo, no puede dejar indiferente a nadie. Su propuesta es un espasmo de terrorífica expresividad al que le falta una performance ultramoderna alrededor. Experimental, oscura, chirriante, desasosegante, atonal, e incluso a veces, desquiciada. Si a términos expresionistas nos reducimos, lo tiene todo en su clave, otra cosa es debatir sobre si sería mejor tener su música como banda sonora de un film de terror, o encima de un escenario. Aunque tengo mis dudas sobre si será la mejor elección para prologar un concierto de MONO, lo que es indiscutible es que, para bien o para mal, nos dejó sobrecogidos, aunque nunca llegó a tocar emociones, siempre se quedó en un plano puramente intelectual.

Helen Money, en solitario, con su violochelo

Helen Money, en solitario, con su violochelo

Y por fin, con una entrada más que numerosa en el Teatro Barceló, turno de MONO. Últimamente he coincidido mucho en bandas que en directo dan un plus al placer de escucharlas, más allá de lo normal. Creo que el cuarteto japonés es una de ellas. Más allá de la calidad intrínseca de su música, la experiencia de verlos en concierto completa por entero al grupo. Son una banda capaz de tejer unas melodías preciosas, casi de Oscar para el cine, con ese regusto a clasicismo que les subyace, pero que, por su modo de interpretar la dramatización de la historia que nos cuentan a base de sonidos, lleva a trazos lineales recurrentes y repetitivos. Alguna vez, si cometes el error de ponértelos mientras tu atención recae en otra cosa, puede llevarte a concluir que has estado escuchando la misma canción todo el tiempo. Aquí enlazo con el comienzo. A mí no me resulta extraño, me encaja con la forma de entender el arte de la cultura oriental. Su pausa, su insistencia, su delicadeza, su contemplatividad no exenta de furia. Esto hace que sea común en las canciones de MONO la repetición constante de un leit motiv principal a lo largo del minutaje, pero lo que añade el directo es la grandiosa intensidad que se produce al verles ejecutarlo.

Yoda, compositor principal de la banda, entregado en cuerpo y alma a su guitarra

Yoda, compositor principal de la banda, entregado en cuerpo y alma a su guitarra

El sonido, impecable, te envuelve hasta el abrazo, sin saturar ni empañar la delicada belleza que construyen los japoneses, a veces cerca de la hipnosis. La grandilocuencia imprimida a las subidas, hace que el dramatismo crezca de forma exponencial. MONO hacen del crescendo un arte, un modo de vida. Ver su puesta en escena, con los guitarristas Taka y Yoda envueltos en su cabello y entregados a éxtasis del manejo de sus batallas de cuerdas, mientras Tamaki se balancea con su bajo, cuando no al piano, te acerca a sentir cosas parecidas a lo que deben sentir ellos al recorrer cada acorde. Parecen ajenos, como si realmente su reino no fuera de este mundo y nos ofrecieran de manera humilde un par de rayos de toda la luz que deben ver. La sección rítmica, liderada por Yasunori Takada, lidera a la perfección mucho más de lo que aparenta. Y lo sientes desde un comienzo, sin concesiones, que te pone los pelos de punta con el largo prólogo que es Recoil, Ignite.

El doloroso prólogo con el que arranca Rays Of Darkness es la única concesión al sombrío lanzamiento discográfico que les trae de gira. Un par de temas de la cara más brillante del mismo, The Last Dawn, de las cuales Where We Begin marcó el que fuera probablemente mejor momento de la noche, en el que las emociones se descontrolaron sobre el escenario, Yoda y Taka no pudieron evitar ponerse en pie para acompañar a Tamaki en ese lento vaiven suyo y pudimos presentciar toda la magnífica potencia sonora de MONO. Además de eso, numerosas referencias al Hymn To The Inmortal Wind que constituye, aún hoy, su disco de mayor éxito, con la impecable Everlasting Light para acabar la actuación con un crescendo defintivo, que nos llevó más allá de la épica.

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Un concierto de MONO, se reduce a vivir una de las experiencias sensoriales más impactantes y emotivas que pueda dar no solamente el post-rock, sino cualquier evento musical de los que hoy en día podemos disfrutar. Su habilidad para ser clásicos a la vez que góticos, tirando de extremos, les convierte en un dechado de arte, de rock hecho poesía, sin nombrar una sola palabra.

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